con tu blanca palidez joe cocker musica

A fines de los años setenta, la música «disco» comenzaba a anegar completamente las radios salvadoreñas, pero la onda «disco» solamente empezaba, en los distritos y colonias del país los últimos días de la semana eran de celebración, aún no se habían popularizado las discos que vendrían con las películas de «Fiebre del sábado durante la noche» o «Merced a Dios es el viernes». conjunto de amigos y les recordaba: – Hay celebración en el pasaje «G» – Hay celebración en el 434 donde Moe

Y tras las ocupaciones de la tarde, todos íbamos a casa a bañarnos, en ponernos «Pachuli» y desde el punto de asamblea nos íbamos en conjunto por donde Moe que era un apartamento, de la colonia Zacamil o en el pasaje «G» de la colonia San Antonio o de la IVU, o de la Miramonte o de cualquier otra colonia, pues los últimos días de la semana alguien le solicitaba permiso a los progenitores para realizar un fin este y una vez concedido, citaba. Popular y no populares llegaban temprano por la tarde a la vivienda de Moe, llevaban sus discos de 45 rpm bien rotulados a fin de que no se perdiesen, siempre y en todo momento había alguien que hacía de Disc Jockey y conocía bien la música aparte de que podía conjuntar -la apropiadamente. Ciertos decoraban las paredes con letreros chistosos como: «Entran… pero no pongan las patas en la pared» Se ponía papel celofán azul en las lámparas o foco, simulando luz ultravioleta y algún que otro tenía un amigo en un instituto técnico y lograba verdaderas luces ultra violeta, con lo que ponían decoración fluorescente y avisaban a todos a fin de que fuesen de blanco. A las 7:00 pm comenzaban a llegar y con timidez nos mirábamos las caras, sin que absolutamente nadie empezara a bailar, mientras que sonaban las canciones de tendencia, de pronto alguna pareja de novios, amigos o aun hermanos tomaba impulso y también comenzaba el baile en lo que se sumaban todos los otros. La solicitud de baile era esencialmente poner cara de gato con botas de Shrek y prolongar la mano a la convidada, esta admitía o rechazaba lo mucho más dulcemente que podía explicando alguna explicación, lo que era bastante a fin de que el pobre despecho no quisiese bailar por lo menos por una hora hasta el momento en que cogía valor para solicitarle a otra chavala un baile. Uno llegaba sin saber a absolutamente nadie en ocasiones y si había suerte salía con alguna noveta que duraba dos semanas de amor joven. En un punto de la celebración se modificaba el ritmo y el DJ ponía alguna canción de Bread que definía a las parejas, comenzando la serie de baladas que se bailaban verdaderamente “en un ladrillo” , abrazados, mejilla con mejilla virando delicadamente al compás de una balada triste, dulce y melosa, se aprovechaba el instante para conocerse, pues era viable que solo se hubiesen visto en la parada de autobús o caminando por ahí, se preguntaba y la pareja respondía, se procuraba “compatibilidad de signos ”, se charlaba de la canción que sonaba o de cualquier otra estupidez, y prácticamente todo funcionaba con una aceptable balada, pero había una canción particularmente que aseguraba buenos «amarres», esta canción era famosa por todos como «Blanca Palidez» de Jimmy Castor Bunch.

Blanca y brillante

En el momento en que una canción es versionada por multitud de artistas es que verdaderamente ahora nació con la magia que se requiere para traspasar el umbral del tiempo. Una de estas canciones es “A Whiter Shade of Pale”, original de Procol Harum, pero que fué interpretada por gente como Joe Cocker, Eric Clapton o Annie Lennox entre otros.

El origen de esta canción es algo extraño, fruto del acercamiento entre el cantante Gary Brooker tras la separación de su conjunto The Paramounts, y el poeta Keith Reid, que comenzaron a trabajar juntos antes aun de la capacitación determinante de Procol Harum como conjunto.

La banda dejó un hit inoxidable como “A Whiter Shade of Pale”, pero no fue el único. El artista murió esta semana, a sus 76 años.

Por Litto Nebbia

Localidad de México, 24 de febrero (MaremotoM).- Mucha pena para nuestra música habitual.

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