Conversamos con un enorme cantautor que orgullosamente representó a México en “Viña del mar 2012” y con varios éxitos musicales el día de hoy nos viene a charlar de su nuevo simple “Mamá Hermosa”
La Contestación a Una Oración
Una tarde radiante de junio de 1964, mi hijo de 3 años, Sean, se distanció de nuestra casa en Yorba Hermosa, California. Al comienzo, no me preocupé bastante en el momento en que aprecié que había desaparecido. Nuestra red social era apacible y se encontraba bien cuidada por los árboles de eucalipto y naranjos de los aledaños. No obstante, en el momento en que oí chillidos que vienen de un jardín del otro lado de la calle, supe al momento que Sean se encontraba en inconvenientes. Llamé a John, corrimos calle abajo y lo podemos encontrar cruzando sin rumbo por la colina del jardín de un vecino, aterrorizado y agitando sus brazos en las abejas alrededor que le picaban; había entrado en el área donde un vecino tenía unas colmenas de abejas. Lo recogemos, le sacamos la camisa, sacudemos las abejas y lo llevamos velozmente a la vivienda. Por el sendero, pude ver de qué manera se formaban horripilantes fabricantes rojas sobre su piel. Tan rápido como llegamos a casa, John tomó a Sean (en este momento inmovil por la convulsión) y lo acostó. Entonces John logró algo que jamás habíamos hecho antes. Puso las manos sobre Sean y solicitó a Jesús que le sanase.
Éramos nuevos cristianos y nuestro pastor últimamente nos había advertido sobre el riesgo de los dones atractivos, como la curación. “Son divisivos”, nos ha dicho, “y el demonio les falsifica.
Es preferible sostenerse distanciado”. Pero la condición de Sean en ese instante destrozó esos razonamientos. John rezó desesperadamente. Y ocurrió algo increíble. Las cincuenta o mucho más roncas que cubrían su cuerpo desaparecieron hasta el momento en que al final no quedó una marca y entonces durmió plácidamente. No es extraño que estuviésemos contentos. Dios había salvado a nuestro hijo. Pero próximamente comenzaron a aparecer inquietudes. “Quizá Sean era absolutamente inmune a las picaduras de abejas”, pensamos. O quizás solo se mejoró naturalmente. (¡Este pensamiento fue descartado después en el momento en que Sean en otro instante pisó una abeja y su pie se hinchó tanto que no entraba en el zapato!) A lo largo de 13 años, no obstante, guardamos este increíble milagro en un fichero mental, marcado «cosas que no comprendemos».